1 de febrero de 2013

Lluvias de Febrero.

Hoy llueve. Pero esta vez afuera y adentro de mí. Hoy llueve y me dan ganas de escribir; y me dan ganas de pensar; y de hacer esas cosas que hago siempre pero que se vuelven más hermosas sólo porque el día está lluvioso y gris. Como leer, tomar café, escribir, escuchar música triste y sentarse a ver como llueve. Sin auriculares, sólo a escuchar el ruido de la lluvia caer. Las gotas chocar contra el suelo y saber que ahí mismo empieza nuevamente su ciclo.
Pensar es una de las cosas que más me gustan y de las que mejor me sale; no, la que mejor me sale -además de escuchar-. Soy buena pensando, imaginando, observando y escuchando. Todo desde afuera, como espectadora de la vida, así soy yo.
Hoy particularmente me senté frente a la ventana, sobre la cama, con la luz apagada. La ventana estaba abierta y dejaba que el frío y húmedo viento que entraba me empapara. Me lavara.
Y pensé. Pensé mucho y sobre todo. Pensé en que en ese mismo momento alguien moría, alguien nacía. Alguna pareja se estaba peleando, otra se formara y alguna que otra estaba haciendo el amor. O creando un bebe, quizás en ese mismo instante una mujer estaba quedando embarazada y otra dando a luz. O alguien estaba calmando sus calores pasajeros con un poco de amor alquilado. Quizás alguien estaba cumpliendo años, otro estaba trabajando, uno de por allá estaba siendo despedido. Quizás alguien era la persona más feliz del mundo y alguien, en otro lugar o su mismo lado, era la persona más desgraciada del mundo ¿Quién sabe? Quizás alguien estaba amando, otro odiando, uno llorando y el otro riendo. Quizás alguien estaba mintiendo y otro estaba rezando mientras alguien más estaba maldiciendo.
Y pensé que quizás alguien, en ese mismo momento, en ese mismo instante, estaba pensado lo mismo que yo. Alguien estaba sentado frente a la ventana, sobre la cama, con la luz apagada. Con la ventana abierta y dejando que el frío y el agua de lluvia lo empaparan y lo lavaran. Y me hizo sentir acompañada. Quizás alguien, lejos o cerca, pensaba lo mismo que yo. Sentía lo mismo que yo.
Y sólo ahí sonreí porque me di cuenta de que en verdad somos infinitos.


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