29 de diciembre de 2014

Veinte Catorce

A ver, el 2014 fue raro. Como una montaña rusa de emociones.
Empecé bien, normal. Creo que ni muy arriba ni muy abajo. Sinceramente no tenía muchas expectativas con respecto a este año, venía de un 2013 demasiado duro y entraba al 2014 con miedo de volver a repetir la historia pero con un poco de esperanza de poder cambiar totalmente mi realidad. Empezaba mi segundo año de CBC pero el primer cuatrimestre tampoco lo pude hacer. Decía que estaba todo bien, que podía pero entraba al psiquiatra y lo único que decía era que quería y necesitaba matarme (matarme, no morir. Es muy diferente). Por ende no me levantaba de la cama, no estudiaba, no iba a cursar, no hacía nada. Mi profesora de psicología, Gloria, me pidió hablar conmigo porque había veces que los temas que tocábamos en psicología me hacían mal (cualquier cosa me hacía mal, en realidad). Bueno, la cosa es que no metí una en el primer cuatrimestre.
Mitad de año fue lo peor de todo. Junio/Julio fueron los meses de los que tengo muy pocos recuerdos y los que tengo, son horribles. Seis días empastillándome, no sé cuántas pastillas me tomé en total. Psiquiátricas y comunes. Una mezcla que esperaba que funcionara y poder poner fin a tanto dolor. Es raro, no sé cómo caí tan profundo. Siempre pensé en la muerte como un regalo y que yo, justamente yo, no lo merecía. Merecía -y merezco aún- sufrir todo, sin respiro. Siempre me puse en situaciones límites, en pedir por favor que pare todo pero sé que no merezco un respiro del dolor. Y haber llegado a ese momento en el que durante seis noches intentar con tanta fuerza irme, se ve que realmente toqué fondo.
También, tenía cuatro pilares en mi vida. Mi hermano, Antonela, Grecia y Candela. Para ese entonces, Gre estaba igual que yo, Candela también. Fueron noches de no saber qué pasaba, de temer no volver a hablar con ellas. Ruego que no vuelvan porque no sé si lo soportaría otra vez. Antonela estaba a kilómetros de distancia y encima, las cosas no iban nada bien. Todavía tengo en mi mente el momento en el que recaí. Lo tengo grabado en la mente y siempre para dormir (cuando digo siempre es siempre) me imagino qué hubiese pasado si no fallaba.
Estar internada y que la gente te trate para el orto porque estás ocupando una cama de una persona que se quiere curar, mejorar y está luchando por su vida mientras vos estás ahí, queriendo morir. Estás ocupando un espacio, un estorbo. Pero también había gente que te trataba tan bien, te escuchaba y te daba fuerzas. Es loco pensar cómo alguien que no conoces luche por tu vida más que vos por ella misma.

Después recapacité, no llego a nada destruyéndome. Lo necesito, sí. Aún hoy lo necesito. Pero ¿qué gano? Siempre odié a las personas que se hacen las víctimas de la vida ¿y yo qué papel estaba haciendo? Era hipócrita de mi parte criticar eso y hacer lo mismo. Tenía un sueño, tenía familia, algunxs amigxs y un futuro que dependía solamente de mí si era bueno o no. Tenía que salir y comerme el mundo, volver a ser la que un día había sido. Tenía que levantarme, aunque duela y cueste. Soy fuerte. Lo suficiente como para ganar esto. Aunque esta adicción y esta ‘enfermedad’ no se curen y sea una lucha diaria, tengo que poder. Me acuerdo que me miré al espejo y me dije que me iba a dar una sola oportunidad más. Me puse el disfraz de valiente y salí a tropezar.

Así fue como de tomar de 5 a 7 pastillas diferentes cuatro veces al día (sí, eso necesitaba para estar un poquito estable), pase a, hoy en día, cinco meses después, no tomar ninguna. Me puse en mente que nada ni nadie me iba a volver a tirar abajo, no tengo que tener miedo. Tengo que tener cuidado. Cuidado de mí misma, más que a nadie. Pero aprendí a quererme un poco más.

Empecé a perder peso, a salir a bailar, a conocer gente, me di una nueva oportunidad con una persona nueva, me volví a pintar, a cortarme el pelo, peinarme, vestirme bien. Alejé decididamente todo lo que me hacía mal y me enfoqué en estar bien yo. Juré no guardarme muchas cosas, cuesta, pero de a poco voy a volver a ser yo.
No hay mucho que decir. Dije que el 2014 había sido una montaña rusa. Empecé normal, caí en lo más hondo y después subí hasta lo más alto que pude. Ojalá pueda subir más o, por lo menos, no bajar otra vez.

¡GRACIAS!

Quiero agradecer a las personas que nunca me dejaron sola, más que nada en estos momentos tan duros. A las personas que ya estaban y se quedaron por haberme bancado en todas desde el principio y hasta el final, a las que aparecieron y se quedaron porque me aceptaron como soy, así de rota me conocieron y aún así se quedaron, me aceptaron y me quisieron así. Y a las personas que se fueron también, todo deja alguna enseñanza y todo lo que pasó ayuda a ser quien soy ahora mismo. Gracias por cada momento, abrazo, risa, llanto, bailes, miradas y abrazos porque son las que al fin y al cabo marcan la diferencia.
Deseo que el 2015 traiga más buenos momentos, que siga unida a la gente que tengo al lado, que esas noches de Junio/Julio no se repitan, que haya más recitales para compartir con amigxs, que haya más abrazos reconfortantes y que día a día pueda superarme. Que mis amigxs sean felices, que mi familia esté bien, que mejore todo, que termine el puto cbc de una vez por todas y que llegue el día en el que pueda mirar para atrás y decir firmemente ”Pude”.

¡Por un 2015 mejor! 
I am not afraid to keep on living.


No hay comentarios:

Publicar un comentario